Con los avances tecnológicos y la miniaturización de los sensores, cada vez se puede recopilar información más delicada sobre cada usuario. Gracias a los pulsómetros que miden nuestro ritmo cardíaco, por ejemplo, daremos información considerada hasta ahora como altamente confidencial, y con el que se podría inferir si tenemos alguna irregularidad en el corazón, detalle que conllevaría a recibir “sospechosamente” publicidad que nos invite a comprar algún medicamento para problemas de corazón antes de que nuestro propio profesional de la salud nos lo recete.
Hay que tener también en cuenta que cuando usamos apps gratuitas, no sólo “pagamos” con nuestros datos, también lo hacemos con la batería, la memoria y el procesador de nuestro dispositivo. Al tener que acceder estas apps frecuentemente a los recursos de nuestro dispositivo y enviar información constantemente a múltiples servicios online que administran la publicidad personalizada, consumen más memoria, procesador, WiFi y/o 3G que otras aplicaciones, haciendo que nuestro móvil vaya más lento, y la batería se agote antes.
Si dejamos que una app lea y analice nuestros correos o mensajes, estaremos compartiendo con ellos toda la información contenida en esas herramientas, y que en algunos casos puede ser información tan sensible como nuestros vínculos familiares, datos bancarios, ideología política, religiosa, orientación sexual o cuestiones relativas a nuestra salud. Es por ello que debemos equilibrar la cantidad de datos personales que otorgamos sin comprometer seriamente nuestra privacidad, y para lograrlo es necesario comprender no solo los permisos que otorgamos, sino también el uso que de nuestros datos hará cada aplicación, algo que a veces no es fácil de descubrir.
Cuando accedemos a los términos y condiciones de uso de cada una de las aplicaciones que instalamos en nuestros teléfonos y tabletas, deberíamos consultar cuál es el uso que se hará de nuestros datos privados. La realidad es que no tenemos el tiempo para hacerlo, ni quizás los conocimientos técnicos –legales– suficientes como para comprender el alcance de esas cláusulas de privacidad sin ambigüedades. Afortunadamente, hay sitios web especializados que ya han hecho ese análisis, así como comunidades y personas en nuestro entorno social que nos podrían asesorar. Si consultamos a nuestro profesional de la salud antes de tomar algún medicamento, quizá deberíamos ser más cautos y consultar con alguna persona experta antes de instalar y usar esa app que tan de moda parece estar. Mejor no instalar ni usar una app hasta que no podamos verificar su honestidad e idoneidad.
Autor : Urko Fernández Román, director de proyectos de PantallasAmigas y colaborador de Dialogando