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    Comportamiento - 29/04/2021

    Rompiendo el triángulo del acoso escolar y el ciberbullying

    5 min Tiempo de lectura

    El 2 de mayo se conmemora el Día Mundial Contra el Acoso Escolar y el Ciberbullying, un tipo de violencia que en todo el mundo afecta a 150 millones de adolescentes de entre 13 y 15 años, según el informe “Una lección diaria” de UNICEF.

    Se trata de un problema en constante ascenso, también en España: el porcentaje de menores españoles de entre nueve y 17 años que afirma haber sido víctima de bullying online u offline se ha duplicado con creces en la última década, pasando del 15% en 2010 al 33% en 2018, según el estudio «Actividades, mediación, oportunidades y riesgos online de los menores en la era de la convergencia mediática» elaborado por EU Kids Online.

    En 2021, la pandemia y el confinamiento parecen haber contenido la tendencia. Según el “II Estudio de la percepción del bullying en la sociedad española” realizado este año por Totto y Educar es Todo, solo 2 de cada 10 niños y adolescentes españoles  de entre 5 y 18 años afirman haber sido víctimas de acoso escolar o bullying este año. No obstante, 6 de cada 10 adultos consideran que la vuelta al cole tras el confinamiento ha hecho más vulnerables a los niños acosados.

     

    El bullying es sobre todo presencial

    El acoso escolar se realiza sobre todo cara a cara, de forma presencial: el acoso online es menos frecuente que el offline. Incluso, durante la pandemia y el confinamiento.

    A pesar de que una inmensa mayoría de adultos (el 88%) cree que la crisis sanitaria ha trasladado el acoso a Internet, redes sociales y móvil, y que ha favorecido nuevas formas de bullying, cuando se les pregunta a los niños y niñas, las respuestas dibujan una realidad diferente: apenas el 16% de las víctimas asegura haber sufrido acoso cibernético en 2021. Los auténticos protagonistas son el acoso psicológico (el 66% asegura padecerlo), verbal (54%), social (42%) y físico (34%), según el último estudio de Totto y Educar es Todo.

    Y las aulas, el centro educativo, siguen siendo el espacio por excelencia donde se desarrolla el bullying: el 80% de los niños maltratados dice que la agresión se produjo en su colegio, frente al 5,5% que menciona el entorno online y el 4,8% que se asegura haber sido víctima en la calle, de camino a casa.

    El ciberbullying, por tanto, no es más que la extensión de una realidad offline: la creciente tendencia a insultar, difamar, amenazar, chantajear, difundir rumores, pegar, robar, romper cosas, ignorar o aislar de manera intencionada, sistematizada y prolongada entre estudiantes, como forma de ejercer poder para someter a una víctima. Es más un problema social que tecnológico, porque la raíz no está en la tecnología (que no es ni buena ni mala per se), sino en los valores y la educación que adquiere el menor, y el entorno en el que evoluciona y crece.

     

    Los testigos, el tercer vértice del triángulo del bullying

    Si bien con una diferencia: la experiencia de violencia es mayor, mucho mayor, cuando se produce en el entorno online.

    El ciberbullying amplifica el abuso porque se produce sin interrupción, más allá del horario escolar y hasta en el dormitorio del acosado, las 24 horas del día y los siete días de la semana, pero sin necesidad de levantar la voz ni que exista contacto y ante una audiencia mucho más amplia. Los medios online viralizan el hostigamiento ante un público infinito hasta hacer inabarcable el tercer vértice que, junto con el agresor y la víctima, configuran el triángulo del bullying: los testigos.

    Los testigos desempeñan un papel esencial en esta dinámica”, advierte la “Guía de actuación contra el acoso escolar en los centros educativos” de la Comunidad de Madrid. “Pueden adoptar roles diferentes: son activos (animan y apoyan a los agresores) o pasivos (conocen y observan, pero no hacen nada para impedirlo). Cualquiera de estas dos posturas permite que el abuso continúe. Solo cuando los testigos no responden de la manera esperada por los agresores, la dinámica cambia y la situación se modifica. La respuesta de los testigos ha de ser de rechazo hacia los agresores y de protección y apoyo a las víctimas”.

     

    Cómo detectar y actuar ante casos de acoso escolar

    Alrededor del 70% de los menores que padecen bullying cuenta su problema a su padre o su madre, pero tardan entre 13 y 15 meses en pedir ayuda; el resto calla, según el “III Estudio sobre acoso escolar y ciberbullying según los afectados” de Fundación Anar y Fundación Mutua Madrileña. El miedo, la vergüenza o incluso el sentimiento de culpa ejercen de freno.

    Entonces, ¿cómo detectarlo antes de que sea demasiado tarde?

    Algunas señales de alarma pueden ser repentinos cambios de comportamiento, muestras de ansiedad o tristeza y alteración de los hábitos alimentarios (como comer a deshoras o desechar lo que antes gustaba…) o de sueño (dormir menos o tener pesadillas). También, deseo de aislarse de todo y todos, no querer ir al colegio, cambiar rutinas o de amigos, o dolores de cabeza o de estómago sin causa aparente, incluso lesiones físicas sin explicación. Un descenso notable en las notas escolares o que dejen de relacionarse con los compañeros y se aíslen en el recreo, o que se muestren más agresivos puede dar también pistas.

    Ante esta situación, la Fundación Anar recomienda a padres y madres lo siguiente:

    • No sobrerreaccionar. Pensar enseguida en denunciar, cambiarle de centro o ir al colegio con una actitud desafiante y exigente, puede provocar que el chico/a se encierre más en sí mismo y que no cuente más.
    • Poner el caso en conocimiento del centro, fundamentalmente del tutor y del equipo directivo. El protocolo del centro educativo variará en función de la comunidad autónoma. En cualquier caso, el colegio debe actuar también ante casos de ciberbullying, aunque el acoso ocurra fuera de las aulas, porque al tratarse de sus alumnos, están obligados a implicarse y tomar medidas.
    • Nunca se debe resolver el problema por nuestra cuenta, llamando a otros padres o compartiéndolo a través de un grupo de WhatsApp, entre otras cosas porque en caso de haber delito se pueden destruir pruebas.
    • Valorar si el niño o niña necesita asistencia psicológica. El apoyo psicológico es clave para trabajar el desarrollo de habilidades sociales que le permitan al menor establecer nuevos vínculos. Un 85% de los casos en los que el alumno es cambiado de centro escolar, vuelve a sufrir la misma situación en el otro colegio.
    • Si el centro escolar no responde de forma adecuada, se puede acudir a la Inspección de Educación o denunciar ante la Policía o la Guardia Civil.

    Y es que aunque el acoso escolar y el ciberbullying no están tipificados como delitos en el Código Penal español, las conductas que lo generan sí son delictivas: el artículo 169 del Código Penal recoge el delito de amenazas, el 172 detalla todas las variantes del delito de coacciones, el 173 se refiere al trato degradante, el 205 tipifica la calumnia, en el artículo 208 se especifica la injuria.

    Ahora bien, cuando quien comete este delito es menor de 18 años, entra en juego la Ley 5/2000 reguladora de la responsabilidad penal de los menores, que establece que a los menores de 14 años no se les puede imputar responsabilidad penal por los delitos cometidos: no se les puede «castigar» legalmente, por tanto. Entre los 14 y los 18 años están sujetos a un régimen jurídico particular, basado en principios orientados a la reeducación, que, además, diferencia entre dos tramos de edad: de 14 a 16 años, y de 16 a 18 años.

    La mejor medida para evitar el acoso escolar sigue siendo, por tanto, la prevención a través de la educación en valores y la sensibilización, tanto desde los centros escolares, como en el entorno familiar: enseñar que nadie tiene derecho a humillar, hostigar ni maltratar, que hay que aceptar al otro incluso aunque no estemos de acuerdo con él, que nadie es mejor ni más valiente por someter a alguien, que respetar a los demás es respetarse a uno mismo y que la violencia es intolerable. Tanto en el entorno offline, como en el online.

    Es importante también que los menores sepan con certeza que si agreden y humillan, habrá consecuencias; que si padecen acoso, pueden y deben pedir ayuda y que no se les va a victimizar; que si son testigos de una situación de este tipo, han de alzar la voz y comunicárselo a quien pueda actuar contra ello sin miedo a represalias. El triángulo del bullying se rompe rompiendo el silencio.

     

    Autora: María Lázaro, autora del libro “Redes sociales y menores. Guía práctica” (Ed. Anaya Multimedia, 2020).

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