Ya se han terminado las vacaciones y toca volver a nuestro día a día: a trabajar, al colegio, al instituto, a las extraescolares, etc. Según la Asociación Española del Videojuego (AEVI) en España jugamos una media de más de seis horas a la semana, cifras que aumentan durante las vacaciones.
Cada vez que se terminan periodos festivos se suele producir problemas de reajuste, al pasar de tener mucho tiempo poco estructurado a una situación con muchas obligaciones laborales y escolares, prácticamente sin periodo de adaptación. Es un hecho que las actividades que nos gustan compiten entre ellas por nuestro limitado tiempo libre, generando dinámicas que como adultos debemos estar atentos, tanto por nosotros mismos como por nuestros menores a cargo.
Cuando deseamos hacer ciertas cosas y no tenemos tiempo para ellas, solemos tratar de resolver la situación con dos estrategias fundamentales:
- Eliminando otras actividades y así podernos centrar en las que creemos más placenteras.
- Tratando de ampliar nuestras jornadas para aprovechar más cada día.
Respecto a la primera solución, los videojuegos tienen una serie de características que los hacen especialmente poderosos como opción preferencial cuando hay otras actividades disponibles. Algunas de estas características son las estructuras de refuerzo optimizado, la inmersión, la sensación de agencia o el funfailure, entre otras. Algunos de estos conceptos los aclararemos en este artículo y el resto los iremos desarrollando en los siguientes.
¿Es malo que los videojuegos se impongan sobre otras actividades como pueden ser leer, ver series, jugar a otras cosas, salir con la bici, etc.?
No por sí mismo, pero hay que tener cuidado con cuáles y cuántas actividades son descartadas para poder jugar más. Uno de los posibles problemas de los videojuegos, del que hablamos en el primer artículo, es el abuso que se puede hacer de ellos, entendiendo este concepto como el uso excesivo o por encima de la media, esto se puede favorecer al imponer su uso sobre todas las demás actividades.
Cuando se comienza a percibir que se están descartando demasiadas posibles actividades para ocupar su tiempo con videojuegos, hay algunas reglas que tenemos que asegurar que se cumplan para que esto no se convierta en un problema:
- Los videojuegos sólo pueden ocupar tiempo libre.
- Los videojuegos no pueden ser lo único que se haga en ese tiempo libre.
En cuanto a la primera regla, aunque parezca bastante obvia, el tiempo libre es lo que nos queda cuando ya hemos hecho el resto de actividades obligatorias. Esta idea tiene que ser especialmente “rígida” cuando tenemos menores a cargo. Un problema habitual que verbalizan las madres y padres es que sus hijos les suelen decir: “juego un ratito y luego hago los deberes / recojo / voy a los recados…”. Aunque intuitivamente puede parecer que es correcto, este es un orden poco eficaz, ya que puede generar hábitos que va en contra de nuestros intereses.
Los videojuegos son una estructura muy bien pensada para que nos refuercen todo el tiempo que estamos en ella, por ello queremos jugar todo lo que podemos. Si primero jugamos y luego tenemos que hacer cosas que no nos gustan tanto, se produce un doble impacto negativo: Primero el jugador hará todo lo posible para que el tiempo de juego dure lo máximo. Segundo sentirá que sus obligaciones son un castigo, en este caso negativo, porque evita la situación más gratificante. Este orden hace más probable que el menor, o el adulto, incumpla el “ratito” y se enfade y ponga poco cuidado al hacer las obligaciones, además se quedará con una huella emocional negativa.
El orden que parece más efectivo y reforzante es el inverso, primero hacer las obligaciones y que su cumplimento de forma óptima se vea reforzado con el uso de videojuegos. Es decir, las obligaciones pasan de ser un castigo a ser un paso previo a ser premiado, además de que cuanto antes comiencen a hacerlas antes pueden jugar, lo que supone un doble motivador. También este orden ofrece una huella emocional positiva al finalizar.
Lógicamente hay muchas líneas y otras teorías, pero la experiencia parece indicar que este orden es el que mejor funciona y menos problemas da, ayudando a generar hábitos que hacen más fácil la readaptación a las exigencias escolares y laborales después de vacaciones.
Una vez aclarado el cómo, ahora hay que hablar de si es bueno que sean los videojuegos el único ocio. Respuesta corta: No, nunca es bueno que se tenga una única o principal actividad de ocio, sea cual sea.
Otra de las afirmaciones habituales de las madres y padres es que los menores a su cargo sí que tienen otras posibilidades, pero no quieren hacerlas. La desagradable realidad es que una de nuestras principales responsabilidades como adultos es decir que no y conseguir que hagan cosas que preferirían no hacer, comer, recoger, etc. Que les des muchas opciones no quiere decir que le enseñes a repartir su tiempo, uno son posibilidades y lo otro son hábitos.
La principal recomendación es que a nivel familiar todos los integrantes tengan al menos 3 actividades de ocio que sean intercambiables y que se realicen regularmente. Remarco el concepto de la familia como conjunto porque somos y tenemos que ser ejemplo. Además, de esas tres actividades al menos una debería ser sin pantallas y al aire libre, por un tema de cuidado de la vista y de la salud en general. Si consideran que este tema es interesante, lo podemos desarrollar en otros artículos.
Para finalizar, vamos a tratar la segunda posible estrategia para poder jugar lo que nos hemos acostumbrado en vacaciones: la invasión de los videojuegos de tiempos que no son para usarlos. Cuando pasamos de un periodo en el que hacemos lo que queremos a otro que ya no tenemos tanta autonomía, es normal que nos resistamos a esa pérdida de “libertad”, por así llamarlo. Para mantener cierta sensación de control, sin dejar de lado el cumplimiento de nuestras obligaciones, nos vemos tentados a ampliar la jornada “productiva”, lo que suele implicar invadir la noche y los periodos de descanso.
Al finalizar las vacaciones es muy importante evitar que los menores tengan aparatos que se puedan usar sin luz en las habitaciones, como tablet, consolas, portátiles, ebooks, etc. Estos aparatos se pueden usar a hurtadillas y son muy tentadores para “dedicarles un ratito” antes de dormir.
El hecho de estar a oscuras hace que se refuerce otra de las características nucleares de los videojuegos que hablamos al principio, la inmersión. Este concepto indica la pérdida de noción de tiempo transcurrido, al concentrar todos nuestros recursos atencionales en lo que estás haciendo. Por poner un caso práctico y familiar: es cuando dices “voy a jugar un ratito” y levantas la cabeza y han pasado horas, también puede ser generalizable a “me veo un capítulo y apago” y te ves cinco seguidos, etc.
Cuando entramos en una situación de inmersión de noche y a oscuras, no tienes ningún marcador de paso del tiempo y se te pueda hacer de día. Ojeras, bostezos y cansancio recurrente por encima de lo normal, pueden ser un marcador de sesiones de juego nocturno, aunque también pueda haber otras causas. La falta de sueño de calidad disminuye el rendimiento escolar, laboral y familiar, así que hay que estar atentos.
Seguramente pensaréis “qué barbaridad quedarse toda la noche jugando”, pero esto no sólo les pasa a los menores, existe un fenómeno muy “adulto” llamado revenge bedtime procrastination, traducible como la venganza de uso de redes sociales a la hora de dormir, que es muy habitual entre madres y padres, sobre todo primerizos. Igual que los niños después de vacaciones, algunas veces sentimos que no controlamos nuestro tiempo y cuando nos metemos en la cama decimos “ahora me pongo con mis cosas” y pasan las horas al móvil para compensar el resto del día.
Todos somos susceptibles de hacer cosas que no debemos, por ello hay que estar siempre atentos y tratar de no olvidar el dicho “ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio”, sobre todo porque la mejor forma de educar es dando ejemplo.
Autor: Carlos González Tardón, Doctor en Ocio y Desarrollo Humano, especialista en videojuegos.